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ASI TERMINAN LAS COSAS

Como tantas noches cerro la puerta cuidadosamente y se dirigió a la única ventana para comprobar que la luz neón del motel no traspasaría la raída cortina. En la oscuridad adivinó el pequeño sillón que suele pertrecharse en la esquina y a él dirigió su ropa conforme se la iba sacando. Pensó que le vendría bien una buena ducha pero dudó que hubiera agua caliente. Encendió un cigarrillo a tientas y se dejo caer sobre la cama. Ahí podía ver como el humo, iluminado fugazmente por los haces del neón, adquiría extrañas formas.

Casi siempre todo comenzaba con sus ojos…

La sintió trasponer la puerta sin hacer ruido, la reconocía siempre por el olor, a veces (las más) a otoño. Otras, era un airecillo frío de esos que suelen bajar de los montes araucanos y que impregnan de montaña toda la avenida. El caso es que, como siempre, llego acompañada de afrodisíacos aromas. Ya desnudos los pies, se dirigió lentamente al sillón tratando de no hacer ruido, aun sabiéndose observada, adivinada. Él miró en penumbras y esperó con ansía el parpadear del neón para asegurar sus formas. Esta como otras noches, él adopto una actitud pasiva, y se dejo llevar por las manos expertas a espacios desconocidos. Dejo que los labios, los de ella, fueran sembrando cada surco y valle de la piel. Dejo que el calido aliento inundara las sienes y oídos. La dejó reptar por su vientre y enredarse entre sus piernas. Sintió deslizar la bifida caricia y se estremeció al roce exacto de sus pezones erectos. Quiso verla meciéndose y girando sobre su cuerpo, reconocer cada lunar al que había amado, individual y único. Pero la humedad lo envolvió todo y solo pudo ver sus ojos infinitos como mirando al cielo a través de la ventana, la cortina, el techo, la calle y el neón.

Casi siempre todo terminaba con sus ojos…

Anoche sin embargo, ha sido diferente y su voz se ha dejado escuchar antes de cerrar la puerta para siempre.

“Así terminan las cosas…”

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